En la montaña –esa forma tan dramática de la naturaleza– la belleza se presenta en formas muy diversas. La encontramos en la espesa alfombra de hierba que tapiza los llanos de Lizara por los que caminamos temprano, siguiendo la GR en dirección al collado del Bozo; La descubrimos en los sorprendentes colores de las flores que, innumerables, contrastan con el verde oscuro de los prados; La sentimos en la elegancia con que los primeros buitres evolucionan con aire perezoso en esta mañana azul; La sorprendemos en el diminuto roedor que asoma sus grandes y nocturnos ojos negros por una grieta y, asustado por nuestra intempestiva presencia, emprende veloz huida, insultantemente ágil (y sin pies de gato...), por las placas de roca. Y por supuesto la hallamos en la brutal falla que rompe los contrafuertes de la sierra de Vernera por su lado sur, como una inmensa herida sin cicatrizar por la que asoman las entrañas pétreas de la montaña, y a la cual nos dirigimos.
La vía trazada por Julio Benedé recorre este inmenso descosido que comienza vertical y termina describiendo un arco, como una colosal ceja. Poco a poco remontamos la inevitable pedrera por la que se desangra la montaña y nos introducimos en la profunda grieta. La escalada transcurre casi en su totalidad por las lisas placas sobre las que se apoya el gigantesco estrato partido. Las dos chapas instaladas en cada reunión y las cintas que abrazan los grandes bloques encastrados en la fisura aseguran perfectamente la progresión. No es necesario colocar nada más.
Tenemos la tendencia innata de medir nuestro grado de satisfacción en base al nivel de dificultad que somos capaces de superar; cuantos más obstáculos mayor nuestra complacencia. Incluso, en muchas ocasiones, con ese punto masoquista que hace que valoremos más una ascensión cuanto más adversas sean las condiciones (que traducido al lenguaje de montaña quiere decir “cuanto más putas las pasamos”).
Sin embargo, en esta vía, la ausencia de dificultad nos permite disfrutar del impresionante espectáculo geológico por donde discurre. Descubrimos –por si no estaba claro– que la felicidad puede conseguirse con las cosas más simples. A veces basta con abrir bien los ojos y dejarse llevar por las sensaciones.
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La gran falla por donde discurre la vía |
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Aproximación. Al fondo a la derecha se percibe la falla |
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Llegando a la base. Detrás, el monolito característico |
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Penúltima reunión. Parece un garaje... |
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Cima de la Punta Alta de Napazal. Al fondo la Llena del Bozo y Llena de la Garganta |
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