Vamos con cierta prisa, bajo la todavía difusa luz del amanecer, caminando por la fea pista que ha usurpado el lugar del viejo sendero que ascendía al Puerto de la Canal Roya. El último repecho nos saca de las sombras y nos coloca en lo alto del puerto, palco perfecto para contemplar el magnífico espectáculo que se desarrolla enfrente de nosotros: los primeros rayos del sol incendian el Pico de Anayet que, como una enorme muela, sobresale en el horizonte inmediato, mientras que la nueva luz, implacable, empuja las últimas sombras de la noche, que huyen a las profundidades de la Canal Roya. Son momentos mágicos en los que amortizamos el madrugón.
Desde el collado nos lanzamos a la búsqueda de la imperceptible senda que a media ladera bordea el Espelunciecha y conduce al paso que da acceso a los llanos de Anayet. Pocas pistas al principio, para evitar, según nos cuenta Fernando, uno de los equipadores, que senderistas despistados se aventuren por él. Los escasos “cairns” ayudan en este terreno complicado, un erial de piedra y tierra suelta en el que siempre me sorprende cómo pueden crecer flores tan hermosas. La barrera de roca, de unos 30 m, se levanta vertical pero la sirga instalada facilita y protege el pasaje.
La pradera del plateau está esplendorosa en estos primeros días del verano. El agua surge a raudales por doquier y discurre imparable por campos de hierba de un verde intenso, salpicados por las innumerables y chiquitas flores de montaña, que parecen competir entre ellas por conseguir los más brillantes colores. El conjunto contrasta con la severa pirámide del Anayet, que nos contempla y espera.
La vía de Los Balcones del Anayet, ideada hace 17 años, fue completada en 2010 por Benedé y Royo, y, como todas las suyas, está perfectamente equipada. Es un recorrido clásico que sigue una línea lógica, no busca complicaciones pero tampoco las evita. La roca es buena y sólida, excepto, claro está, en los breves tramos fáciles de hierba. La escalada transcurre sin sobresaltos, sobre todo tras superar el llamado “triedro”, paso clave de la vía.
El hecho de que la vía esté completamente equipada tiene indudablemente sus ventajas. La primera y más importante la seguridad, y la otra que hace prácticamente innecesario llevar croquis, basta con seguir la línea de seguros. por tanto, nos podemos concentrar en lidiar con los diferentes pasos que la ruta nos propone. Pero, a cambio,… nos perdemos la otra parte de la escalada, esa que nos habla de la búsqueda del camino, de tantear la pared para encontrar sus puntos débiles, husmeando cada fisura para descubrir los mejores emplazamientos para colocar los seguros, de sentirnos de alguna manera partícipes en su descubrimiento, de no limitarnos a solventar con mayor o menos destreza gimnástica sus dificultades, de la montaña con mayúsculas, en definitiva, de la aventura.
No sé si me he explicado. Probablemente, algunos de los escaladores que provengan de la escalada deportiva, de rocódromos y escuelas equipadas, no me entenderán; sólo aspiro a que los montañeros, en el sentido más amplio del término, sepan de qué hablo.
Despojados de los gatos y sumergidos en las heladas aguas del arroyo, nuestros pies se alivian al mismo tiempo que nos duelen. Satisfechos de haber completado esta preciosa ruta, plenamente recompensados del madrugón, observamos allá en lo alto, en el último tercio de la pared, las últimas cordadas, diminutas, en su lenta progresión.
Amanece: el Pico de Anayet desde el Puerto de la Canal Roya |
El Midi D'Ossau desde la aproximación al Anayet |
Ibón de Anayet y la Cara Este del pico |
Jon llegando a la segunda reunión, bajo el Triedro |
En el largo del Triedro |
Comenzando el 5º largo |
Jon en las placas del 6º largo |
El paso hacia los Llanos de Anayet, con la sirga y cadena instaladas |
Página de los aperturistas: http://senderolimite.blogspot.com.es/search?q=anayet
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