29 dic 2019

ZIORDIA



ZIORDIA

—¡Mira a la carretera!— El grito me sobresalta y me saca de golpe de mi ensimismamiento.
—¡Jodé, qué susto me has dado!— respondo con el corazón en la boca, al mismo tiempo que vuelvo la vista al asfalto.

Siempre he pensado que es una suerte que la carretera que recorre la Burunda sea una estupenda autovía con rectas casi contínuas. Sería un peligro si fuera estrecha y llena de curvas. Y todo porque, para un escalador, es prácticamente imposible circular por esta ruta sin verse irremediablemente distraido por la esbelta e imponente silueta del Espolón de Ziordia.

Anclado en la muralla rocosa que defiende la vertiente sur de la sierra de Altzania, era inevitable que esta gigantesca proa fuera lo primero que atrajese la atención de los escaladores. A principios de los años 70, y como resultado de los esfuerzos de diferentes cordadas, quedó trazada la espléndida vía que surca el lomo del contrafuerte. Un itinerario que en sus casi 5 décadas se ha ido actualizando, pasando del artificial al A0, y después al 7º con el que hoy se cataloga.

Sin embargo la zona, aparte del mítico Espolón —y dos o tres vías casi vírgenes abiertas en la época a su alrededor—, ha permanecido anónima durante años, escapando del tsunami de aperturas, propiciado por las nuevas técnicas y materiales, que ha inundado otras áreas de escalada, como la vecina de Egino, sin ir más lejos.

Tan larga espera terminó cuando a un escalador clásico como Antxon Gorrotxategi le picó “el gusanillo de ver qué descubrir” y abriese un quinteto de vías de “grado amable... ideales para escaladores que, además de la escalada, sepan valorar el entorno”, como él dice. (ver Errimaia nº 75, 2012). Itinerarios asequibles con un grado máximo de 5c, aunque no siempre obligado, muy bien equipadas, que han conseguido que las antaño solitarias paredes se hayan visto animadas por numerosas cordadas.

Abierta la “veda”, en 2019 han sido los escaladores del Club Vasco de Camping Elkartea —Sergio Martín y Rafa Elorza— los que se han acercado a este territorio de jabalíes, para desbrozar cuatro estupendas nuevas rutas que van enlazando placas de roca excelente, fisuras verticales y espolones. A diferencia de las vías de Antxon, la graduación es más alta y solo han equipado con parabolts las reuniones y los pasos duros; el resto se protege muy bien sobre buenas fisuras o puentes de roca. Un terreno de juego único para todos los que les gusta escalar vías de largos y “cacharrear” con seguridad.

Además, han tenido la magnífica idea de montar una línea de rápeles que permite un descenso seguro y práctico desde lo alto de la sierra, evitando el descenso a través de la inhóspita cantera, impracticable los días laborables.

Posibilidades hay y proyectos no faltan, por lo que es de esperar que pronto podremos dibujar nuevas líneas rojas intercaladas de puntitos blancos en el croquis que os presentamos arriba.

Por mi parte, prometo que, cuando vaya conduciendo por la Burunda, me contendré y solo echaré una pequeña miradita de reojo...