4 mar 2014

Chipeta, Zuriza

Cuando llegamos a Zuriza, el bar y sus inmediaciones bullen de actividad. Se celebra hoy la segunda jornada del Memorial Bandrés-Karolo, y coches, furgonetas y campers, cargados con los innumerables achiperres que conlleva el esquí de montaña, van y vienen por el valle. La gente se encuentra, se saluda, charla, se despide –algunos llevan ya colocado el dorsal– y desaparece, la mayoría camino de Linza. En el interior del bar, cafés y conversaciones corren con generosidad, se respira optimismo, generado por un cielo límpido que tras tantos días chungos parece un regalo. Pero no es esto lo que vengo a buscar en la montaña. Temiendo la aglomeración, olvidamos el plan inicial de Atxerito y huimos por la pista de Taxeras rumbo al Chipeta.


La lluvia de los últimos días ha limpiado de nieve algunas zonas bajas lo que nos obliga a quitar y poner esquís, lo que, además de ser un engorro, nos corta el ritmo. La ruta, marcada en los mapas como GR11, asciende por el fondo del barranco de Petraficha, sin embargo la nieve, siempre que no sea profunda, es muy democrática y nos permite a cada uno ir a su aire, con la esperanza de dar con el camino menos empinado, vano y ridículo empeño pues el desnivel –a diferencia de los políticos– no se deja sobornar.

Dejamos atrás el cauce y continuamos por una sucesión de lomas redondeadas a las que el fuerte viento procedente de la Selva de Oza decora con brillantes placas de hielo. Es un axioma de la montaña que detrás de una loma siempre hay otra. Por eso, hasta me sorprendo cuando finalmente alcanzamos la gran meseta llamada La Planada. Se trata de una extensión de más de un kilómetro con muy poca pendiente, un desierto absolutamente blanco que contrasta con el azul cobalto del cielo. Al fondo, varias personas disfrazadas de puntos diminutos están llegando a la cima, apenas un mogote en esta inmensidad.

Una vez en la cumbre me doy cuenta del por qué de esta lejanía: el Chipeta rompe el alineamiento de los picos que cierran Zuriza y se lanza como una flecha sobre la Selva de Oza. Las suaves laderas orientales alcanzan la cima y se despeñan abruptamente sobre la vertiente este.

Al poco, llega Eneko acarreando el peso de su tabla de snow con sus ligeros 26 años. Derrotado antes de empezar, ahora está contento de haber perseverado. Enseguida, Sebas, la tenacidad en esquís, más contento aún. Por último, Víctor, renqueante por un esguince de tobillo que hubiera doblegado a cualquiera pero no a él. Asombrosamente, el viento que nos ha azotado durante toda la subida ha cesado y nos concede un respiro que aprovechamos para comer y disfrutar del conocido pero siempre espectacular paisaje.  La vieja guía de rutas del Club Deportivo Navarra afirmaba: “El paisaje desde Txipeta es de los más maravillosos de Zuriza, vemos la mayor parte de las cumbres distintas, muy distintas a como son desde otros picos”.

Es hora de bajar. Nos da un poco de pereza regresar por el mismo itinerario, más aún al pensar en que la falta de nieve en el último tramo nos impedirá llegar esquiando hasta Taxeras. Optamos pues por tirarnos hacia el Pico Tortiella y, tras rodearlo por vertiginosas medias laderas, descendemos por la espléndida nieve del barranco de Mazandú. Una breve subida nos coloca a la altura de las grandes bordas de ganado al pie del Atxar de Forca, desde donde sólo nos queda deslizarnos a través del bosque invernal.



La nieve escasea junto al viejo refugio de Taxeras
La espectacular Sierra de Alano es una constante durante toda la ascensión

Saliendo del barranco de Petraficha. Al fondo el Ezkaurre.
Lomas redondeadas bajo el sol de febrero
Por fin se termina la gran explanada blanca
Víctor y su esguince llegando a la cima
Se está bien en la cima: Sebas, Víctor y Eneko

La nieve en el barranco de Mazandú está perfecta






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