5 jun 2016

Vía Birra Moretti, primavera en Ziordia

Había comenzado temprano la ascensión, con los primeros rayos de un incipiente sol de primavera acariciando la gris caliza, con la hierba empapada aún por la lluvia nocturna brillando allá abajo, en los prados al pie del acantilado. Escalaba solo y sin cuerda, como a él le gustaba, como lo había hecho siempre, enfrentando su blanda desnudez a la dura roca.
La mañana discurría veloz y las nubes se apelotonaban ya, oscuras y revoltosas, amagando con descargar, sin embargo, tenía la sensación de que avanzaba muy lentamente, de que progresaba a paso de caracol. De hecho, en este momento se hallaba atascado bajo un desplome verdoso a cuyo borde se aferraba con desesperación, intentando superarlo a base de una mezcla de habilidad y fuerza bruta a partes iguales. Le parecía a veces que el techo se doblaba y cedía ante su peso, y su mochila –¡Ay, su enorme mochila!– tiraba de él y le lastraba, pero no podía deshacerse de ella, le iba la vida…

– ¡Sueltaaaaa!

El grito de Rafa me saca de mi ensimismamiento y me devuelve a la realidad. Es mi turno. Mientras desmonto la reunión echo una última mirada al rubio caracol que habita en este nicho de la pared y al que he estado observando al mismo tiempo que aseguraba a mi compañero. El pobre sigue batiéndose con el desplome –en realidad, una hoja de hierba– que obstaculiza su marcha implacable hacia las alturas. En el rato durante el que le he estado contemplando (dos largos de Rafa), sus denodados esfuerzos se han visto recompensados por un avance escasamente superior a un centímetro.

También nosotros hemos comenzado temprano la “Birra Moretti", la nueva vía de Antxon Gorrotxategi que viene a añadirse a la impresionante colección de rutas de “grado amable” –como dice él– con las que está enriqueciendo esta zona de escalada de Egino-Ziordia, y que a mí particularmente me encantan. También me gustan los nombres con los que las está bautizando, nombres sencillos y simpáticos, nada de esos apelativos grandilocuentes o super-chachi-molones con que algunos quieren distinguirse y que, al cabo de poco tiempo, se quedan obsoletos e incluso ridículos.

Como en todas las vías de esta larga muralla que encajona el valle de la Burunda, la vegetación es abundantísima. Espolones, placas y fisuras están salpicados de árboles y plantas que, aunque sea en apariencia, le quitan seriedad y dramatismo a la escalada. A mí no me estorban, es más, despojado a estas alturas de toda tentación épica, hasta me gusta; sobre todo en días como hoy, en los que la primavera estalla en mil colores y nos regala una muchedumbre de flores.

Es un placer escalar entre tanta belleza. La vía hoy es un auténtico jardín vertical.

Sendero hacia las paredes de la sierra de Altzania


Primer largo, un jardín vertical


Nada como comenzar a escalar junto a una flor como esta: Azucena del Pirineo


Los buenos cantos de la caliza de Ziordia 


La escalada es  un deporte duro... el rubio caracol en plena ascensión

Croquis Birra Moretti

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